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Introducción
La Capilla de San Antonio, situada cerca de la entrada de la fachada de la Azabachería, es una joya discreta pero significativa de la Catedral de Santiago de Compostela. A lo largo de los siglos, ha pasado por distintas advocaciones y usos, adaptándose a las necesidades litúrgicas y parroquiales de cada época.


Orígenes y transformaciones históricas
Originalmente conocida como la Capilla de San Nicolás, este espacio tenía una función de tránsito hacia la Capilla de San Andrés y la parroquia de la Corticela. En el siglo XVII, se le asignó el nombre de San Antonio, tras la construcción de una sacristía en 1695. A lo largo de su historia, ha tenido varias dedicaciones, reflejo de su constante evolución en la Edad Moderna.
El retablo barroco y sus elementos artísticos
El retablo mayor, realizado en 1729 por Manuel de Lens, es una obra maestra de la escuela de Simón Rodríguez. Su diseño barroco se completó en 1766, incorporando imágenes de los santos vinculados a la capilla: San Antonio Abad, San Nicolás, San Fructuoso y San Blas, además de una Dolorosa en su coronamiento. Este conjunto artístico resalta el estilo característico del barroco compostelano.



Funciones históricas y usos litúrgicos
En sus orígenes, la antigua Capilla de San Nicolás servía como un espacio auxiliar de la Capilla del Rey de Francia, facilitando confesiones en lenguas extranjeras y la entrega de la Compostela a los peregrinos. Aunque no se exponía el Santísimo Sacramento, se utilizaba una Custodia, lo que refleja su importancia dentro de la estructura litúrgica de la Catedral.
La sacristía y el traslado parroquial
En 1696, la parroquia de San Fructuoso fue trasladada a este espacio, consolidando su nueva función como Capilla de San Antonio. La construcción de la sacristía permitió optimizar su uso, reafirmando su lugar en la vida eclesiástica de la Catedral.
Conclusión
La Capilla de San Antonio destaca como un espacio que ha sabido adaptarse a los cambios a lo largo de los siglos. Su retablo barroco, sus advocaciones históricas y su relevancia litúrgica la convierten en un punto de interés que enriquece el patrimonio de la Catedral de Santiago.
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